Estas montañas, absolutamente
incultas, servían desde hace varios siglos de guarida a los ladrones y a los
lobos; no se encontraban allí más que ventas aisladas, y en caminos tan
peligrosos que el ventero, para su propia seguridad, veíase a menudo obligado a
convertirse en jefe de las distintas partidas que desvalijaban a los
viandantes. Algunos patriotas habían en vano propuesto roturaciones; todos se
habían visto desanimados por las dificultades de toda especie que les oponían.
Olavide, después de haber poblado los desiertos de Andalucía extendió más lejos
sus ideas; menos tímidos que sus predecesores, o llegando en circunstancias más
favorables, cubrió Sierra Morena de colonos y labradores. No dejaron, según
costumbre, de poner muchas trabas a su empresa; las principales objeciones que
le hicieron eran que en esa tierra, naturalmente privada de agua, era poco
favorable al cultivo: el hecho y la experiencia respondieron por Olavide;
porque corren en todos los sentidos en esas montañas arroyos claros y límpidos;
y por doquiera donde los colonos han querido cavar, han hallado fuentes a
algunos pies de profundidad de suerte que hay pocas casas que no tengan su pozo
o su noria para regar.
Juan F. Peyron. Nuevo
viaje en España en 1772-1773
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