Y no puedo asegurar que Dios una, u otra vez
no haya permitido al demonio tomar la apariencia de algún difunto, para hacer
las travesuras, que se cuentan de los Vampiros. ¿Quién puede apurar los rumbos,
y fines por qué obra esto, o aquello la Providencia? Pero aseguraré, que las
cosas, que se cuentan de los Vampiros, repugnan al concepto que de la
Benignidad, Majestad, y Sabiduría Divina nos inspiran las Sagradas Letras, los
Santos Padres, los hombres más doctos, y de mejor juicio, que tiene la Iglesia.
Así todo lo que puedo tolerar es, que haya habido uno, u otro Vampiro, o
diablo, que haya representado serlo. La multitud de ellos, que se refiere, es
fábula, o mera imaginación. Los más Vampiros habrán sido pícaros, y pícaras,
que, con el terror que infunden a las gentes, abren paso libre a sus maldades;
que es asimismo el principio de donde vino la multitud de Duendes. Habrán sido
también Vampiros ratones, y gatos, que travesean de noche: habranlo sido otras
bestias, que por algún accidente se inquietan: habranlo sido ondadas de viento,
que golpean puertas, o ventanas mal ajustadas: habránlo sido otras cien mil
cosas, que, siendo muy del mundo en que vivimos, a gente tímida, y de ninguna
reflexión representan ser cosas del otro mundo.
60. Entre estos aterrados con esas vanas
imaginaciones [291] habrá algunos, a quienes el continuo vapor vaya
debilitando, y consumiendo, hasta hacerlos enfermar, y morir, y éstos serán
aquellos de quienes se dice que los Vampiros les chupan la sangre. Tal vez el
Vampiro, que se sienta a la mesa donde hay convite, será un tunante, que,
sabiendo las simplezas de aquella gente, en el arbitrio de fingirse Vampiro,
halla un medio admirable para meter gorra. Lo de que no come, ni bebe es
mentira: que se forja después para defenderse de los que se burlan de su sandez
en dejarse engañar del tunante. Finalmente, se puede dar por cierto que de
fatuidades, y embustes se compone todo el rumor, que se ha esparcido de
Vampiros, Brucolacos, y Excomulgados.
61. Por consiguiente, también se debe creer, que
dos géneros de gentes fueron testigos en las Informaciones jurídicas, que se
hicieron sobre aquellas aparentes reviscencias; esto es, fatuos, y embusteros:
a que se llegaría la poca advertencia, o sagacidad de los Jueces, como por los
mismos principios se ha hallado ser falso mucho de lo que por testificaciones
auténticas se creyó en otras materias. A mí se me envió de Navarra, copiada
puntualmente, la Información legal del prodigio de la niña de Arellano, creído
por tanto en todo aquel Reino. Yo, a cien leguas de distancia, olí la trampa, y
en qué consistía la trampa; y por las reglas que dí para hacer más seguro
examen, se halló ser el prodigio fábrica de dos embusteras, una de las cuales
era la misma niña. ¡Cuántas Informaciones jurídicas de milagros se hicieron,
que después, a más rigurosa prueba, flaquearon! De algunas puedo hablar con
certeza. Una me fió cierto Señor Obispo, que había hecho su Provisor, hombre
bueno, y docto, pero sencillo; y bien examinada, le hice ver a S. Illma. cómo
en ella misma por tres circunstancias se hacía palpable en parte la falsedad,
en parte la alucinación, de los testigos. Si las pruebas de los milagros se
hiciesen con el rigor que en Roma para las Canonizaciones, ninguna crítica
tendría que morder en ellas. [292]
Benito Jerónimo Feijoo. Cartas eruditas y curiosas
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