Jamás la guerra ha amenazado a la Humanidad con
consecuencias más graves que hoy en día. Por otro lado, nunca anteriormente ha
tenido el hombre a su disposición poderes más fuertes para eliminar la guerra
como instrumento de política en las relaciones internacionales.
El imperialismo se está
debilitando. Lo imperios coloniales y demás formas de opresión extranjeras sobre
los pueblos de Asia, África y América Latina están gradual mente desapareciendo
de la escena de la historia. Se han conseguido grandes éxitos en la lucha de
muchos pueblos por la independencia nacional y la igualdad. De la misma forma,
los pueblos de América Latina continúan contribuyendo cada vez más eficaz mente
a la mejora de las relaciones internacionales. Los grandes cambios sociales que
están teniendo lugar en el mundo provocan necesariamente empeoramientos
periódicos en el mundo; se acelera el fin de la época de la opresión extranjera
de los pueblos, y ello hace que la cooperación pacífica entre los pueblos,
basada en los principios de in dependencia e igualdad de derechos, sea
condición esencial para su igualdad y progreso.
Se han conseguido grandes
progresos en el desarrollo de la ciencia, la técnica y en los medios de
desarrollo económico.
Impulsados por tales
acontecimientos mundiales, la gran mayoría de los pueblos son cada vez más
conscientes del hecho de que la guerra entre los pueblos constituye, no sólo un
anacronismo, sino también un crimen contra la humanidad. Esta toma de
conciencia por parte de los pueblos se esta convirtiendo en una gran fuerza
moral, capaz de ejercer una influencia vital en el desarrollo de las relaciones
internacionales.
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