La grandeza y la decadencia de España coincide siempre con la
unión o el divorcio de lo espiritual y lo nacional. Así, la unidad nacional que
forjan nuestros Reyes Católicos va estrechamente unida a la unidad espiritual y
a la expansión de nuestra fe, y a la lado de las banderas de nuestros capitanes
marcha inseparable la Cruz
del Evangelio. Cuando, en cambio, nuestros valores espirituales sufren la
enorme crisis de fines del siglo XVIII, con su invasión enciclopédica y sus
logias masónicas, se resquebraja nuestra unidad y perdemos nuestro Imperio...
No es un capricho el sufrimiento de una nación en un punto de su historia; es
el castigo espiritual, castigo que Dios impone a una vida torcida, a una
historia no limpia...
Y es que España es la nación predilecta de Dios; sus grandes
servicios a la Iglesia ,
por ningún pueblo igualada, no podían quedar sin recompensa; por ello, en medio
de sus grandes crisis, no le faltó jamás su poderosa ayuda...
Discurso de Franco. 1942
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