No es, no es nuestra
forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos,
según es uso entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que
no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias. O, dicho de otro
modo, no es el régimen parlamentario la regla, y excepción de ella los vicios y
las corruptelas denunciadas en la prensa y en el Parlamento mismo durante
sesenta años; al revés, eso que llamamos desviaciones y corruptelas constituyen
el régimen, son las misma regla...
Oligarcas y caciques
constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida
o encasillada en "partidos". Pero aunque se lo llamemos, no lo es; si
lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación
de ella, y no es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de
extranjeros apoderados por la fuerza de los Ministerios, Capitanías,
telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y
cobrarlos.
Contener el movimiento
de retroceso y africanización absoluta y relativa que nos arrastra cada vez más
lejos, fuera de la órbita en que gira y se desenvuelve la civilización europea;
llevar a cabo una total refundición del Estado español sobre el patrón europeo,
que nos ha dado la historia y a cuyo empuje hemos sucumbido... o, dicho de otro
modo, fundar improvisadamente en la Península una España nueva, es decir, una
España rica y que coma, una España culta y que piense, una España libre y que
gobierne...
Joaquín Costa, 1901
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