“Entre las
clases privilegiadas y las que ocupan los últimos lugares de la jerarquía social,
la burguesía del siglo XVIII se afianza como la plataforma en la que va a
gravitar próximamente el peso total de las manifestaciones políticas,
económicas y culturales de la Humanidad. En el transcurso de las centurias
precedentes, la burguesía nacional se había hecho cargo de la dirección del
capitalismo comercial y financiero, a la vez que se infiltraba en la
agricultura y en la administración del Estado. Esta gran burguesía llega al
Dieciocho ennoblecida, formando parte de las clases aristocráticas del país.
Pero la masa burguesa, la que en conjunto se apropió del nombre del Tercer
Estado, abre las puertas del siglo con un nuevo ímpetu, fuerza e ideología.
Entre esa burguesía no privilegiada, alta y baja, negociantes, industriales,
hombres de leyes, patriciado urbano, se difunden las nuevas concepciones
ideológicas, racionalistas y críticas, que postulan una transformación política
y social. Porque la burguesía, de espíritu emprendedor e innovadora,
conociéndose como elemento vital de la sociedad de su siglo, pretende
quebrantar las prescripciones y privilegios que le vedan el acceso a los cargos
públicos y al ejército y la colocan en posición desventajosa frente a las
clases sociales aristocráticas.”
J. Vicens Vives. Historia general moderna.
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