jueves, 18 de julio de 2013

Los Isleños de Luisiana:

Documentos de la época, actas notariales, Actas del Cabildo, algunos mapas, informes de los servicios de inteligencia británicos, retratos de gobernantes como Ulloa, Miró y Alejandro O'Reilly, o información abundante sobre la sociedad y la economía local, la escalvitud, y la vida cotidiana en las plantaciones, han contribuido a divulgar, con gran exactitud, la historia de la presencia hispana en el territorio que abarca prácticamente todo el Valle del Mississippi; presencia que, de modo paralelo, tiene un reflejo en la vida cotidiana de la ciudad, ya que, en la mayoría de las calles del casco antiguo, nos encontramos con rótulos de cerámica que dicen "Cuando Nueva Orleans era capital de la provincia española de Luisiana (1762-1803) este lugar se llamaba "calle Real", o "del Muelle", o de "San Pedro", entre otras muchas, hasta llegar a la Plaza de Armas, muy cerca del río y a la vista del moderno edificio del World Trade Center, donde figuran los escudos de las cincuenta provincias españolas. Sin embargo, la presencia hispana en Nueva Orleans, durante los últimos ciento noventa años, no sólo se ha recordado a través de muestras efímeras, de contactos eventuales, de rótulos callejeros, sino que ha estado muy viva en el seno de una comunidad que nunca olvidó a sus ancestros, ni su lengua, ni su procedencia, por la que siempre han sido identificados, "los isleños", los descendientes de emigrantes canarios del siglo XVIII, habitantes de la isla Delacroix, de la Parroquia de San Bernardo.
    "En los siglos XVII y XVIII los isleños ya no van a sustituir a una población que ha desaparecido; emigran con otra finalidad: como fundadores de nuevos pueblos y ciudades..., o bien para evitar el avance humano y político de países extranjeros infiltrados dentro de posesiones españolas. Y así Santo Domingo, Puerto Rico, Texas, Luisiana, Campeche, Cumaná, ven engrosadas sus respectivas poblaciones con individuos procedentes de las Islas Canarias". (Julio Herrera García)
Una muestra exacta de estas "nuevas finalidades" la dan los canarios que, en los últimos años del siglo XVIII, se asentaron en las tierras más húmedas, agrestes e indómitas de las marismas del Mississippi, a unos 25 kilómetros de Nueva Orleans, ciudad fundada por los franceses en 1718. El español Hernando de Soto fue el primer europeo que exploró las tierras de la Luisiana en 1541, pero Robert Cavelier de la Salle sería quien las reclamara para Francia en 1682, por lo que formaron parte de sus posesiones en América hasta que, por la firma de París, el 10 de febrero de 1763, pasan a ser provincia española durante cuarenta años. En 1802 Napoleón lo vende a los Estados Unidos por ochenta millones de francos. Hoy los rasgos culturales franceses y españoles configuran la idiosincrasia de la cuna del jazz y de los más célebres carnavales de toda Norteamérica. España nombra en 1777, gobernador del territorio al inquieto coronel del regimiento de Luisiana Bernardo de Gálvez, que, tanto para colonizar y constituir nuevos asentamientos, como para evitar la preeminencia de habitantes procedentes de otros países, propicia una importante etapa de inmigraciones hacia la Luisiana que, según narra Charles Gayarré en su Historia de Luisiana, "recibió entonces un aumento de su población con la llegada de gran número de familias llevadas a Luisiana desde las Islas Canarias a expensas del rey. Algunas de ellas se establecieron en Terre aux Boeufs, una parte del territorio que hoy queda comprendido dentro de la Parroquia de San Bernardo".
Los pobladores canarios, desde su llegada entre 1778 y 1783, se establecieron, en gran mayoría , en el lugar llamado Isla Delacroix, que toma su nombre de la condesa de Saua de la Croix, de París, que, como recoge Roger Baudier en su libro La Iglesia Católica en Luisiana, cedió allí en 1874 unos terrenos adecuados para la edificación de una escuela y de una iglesia. Durante años la ocupación principal de los "isleños" ha sido la caza y la pesca, en especial de un cangrejo de río, por ellos denominados "jaiba", labor que se realiza en condiciones muy duras, perpetuada en las estrofas de unas famosas décimas, La vida de un jaibero, hoy cantada por el conocido decimista Irvan Pérez, que, junto con su hermano Alfred, recopilan los últimos vestigios que quedan de las décimas tradicionales, de ancianos como Chelito Campos, que a sus noventa y cuatro años aún canta durante las reuniones familiares, y difunden la historia de su comunidad, a la que se dedican las décimas "Setecientos setenta y siete / varias familias dejaron las Islas Canarias", y que participaron, en diciembre de 1992, en un congreso de decimistas organizado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, bajo la dirección del profesor Dr. Maximiano Trapero. Si el fenómeno de la conservación del español, lleno de arcaísmos propios de Canarias en el s.XVIII, se debe en gran medida al aislamiento en que vivió esta comunidad hasta casi la II Guerra Mundial, por lo que es exclusivamente una lengua familiar y oral, esto permitió también mantener unos lazos estrechos que hoy confluyen en unas relaciones sólidas, basadas en el sentimiento de identidad que les agrupa, y cuyo exponente oficial es la dinámica asociación "Herencia & Cultura Sociedad de los isleños de San Bernardo", de la que han sido sus últimos e inquietos presidentes Alfred Pérez y Lairy Teror. Y es que, como afirma Gilbert C. Din en su libro "The Canary islanders of Luisiana", "los isleños permanecieron muy aislados del centro cultural de Luisiana", a lo que se une el que "los pocos cientos de Isleños Canarios llevados a Luisiana por los Gobernadores españoles en el s. XVIII provenían de un grupo de islas que, aunque ostensiblemente españolas, habían desarrollado sus propias pautas culturales y tradicionales", lo que se reflejó enseguida en el desarrollo de aquella comunidad aislada en el territorio de la Parroquia de San Bernardo.
El museo de los isleños:
El museo de los isleños, enclavado en un bello paraje de reserva forestal, se construyó gracias a que una descendiente de isleños donó los terrenos y sufraga los gastos de mantenimiento, aunque el personal que lo atiende corre a cargo del gobierno americano. Abierto al público hace ya algunos años, fue inaugurado oficialmente el 17 de febrero de 1991, con motivo de la visita de una delegación del Gobierno Autónomo de Canarias, presidido por el entonces Vicepresidente Exmo. Sr. D. Vicente Alvarez Pedreira, que estableció los primeros contactos oficiales con esta comunidad canaria en el exterior. Las encargadas del museo, Elina Alfonso y Antonia González Martínez, recibieron con este motivo numerosos objetos y recuerdos, que hoy engrosan los fondos del que, sin duda, es ya un monumento sugestivo a la memoria de estos canarios de América. Entre los numerosos descendientes de canarios y sus familias que asistieron a los actos de este reencuentro oficial con las autoridades de unas islas que ellos nunca han dejado de considerar suyas, se encontraban personalidades como el presidente del Senado del Estado de Louisiana Samión Núñez, el Sheriff Jack A. Stephen o el Vicepresidente de St. Bernard Henry Rodríguez, todos descendientes de isleños. Hay que tener en cuenta, según expone en su libro el profesor Din, que "si bien ellos son un pueblo que ha permanecido largamente desconocido tanto dentro como fuera de Luisiana, los Isleños constituyen una parte considerable de la población actual del estado con apellido español". En el almuerzo, ofrecido por la sociedad "Los Isleños", en la sede social de St.Bernard Parish Coastal Complex, vino la sorpresa, pues entre las viandas típicas de la comunidad que se sirvieron, aparte de los ya mencionados cangrejos o "jaibas", aparecieron el potaje de verduras y las papas arrugadas, tal como las preparan desde la llegada de sus antepasados a Nueva Orleans. Los descendientes de aquellos canarios del s.XVIII se han integrado ya perfectamente en su patria americana, lo que sin embargo no les ha impedido seguir considerándose canarios, "isleños", por todos los lazos de sangre , culturales y familiares que siempre han salvaguardado. No se equivocaba José de Viera y Clavijo cuando se atrevía a afirmar que "han pasado y pasa para algunos las islas de Canaria por región de América, y por indianos sus habitantes". Cuando en muchos otros países y localidades americanas, donde la emigración canaria ha sido una constante hasta hace unos pocos años, se habla ya de que el futuro de la presencia isleña, de sus comunidades, de sus tradiciones, de su folklore, pasa por que los jóvenes descendientes de los isleños no pierdan el sentimiento y la sensibilidad canaria, que hasta ahora aportaban las continuas remesas de contingentes de emigrantes, a pesar de su integración en el país de acogida, podemos ofrecerles el bellísimo ejemplo de la comunidad de "los Isleños" de San Bernardo, que, muy por encima de cualquier obstáculo material o espiritual, han querido y han sabido mantener su identidad canaria, lo que a ellos les enorgullece y, ante los demás, los ennoblece. (Juan José Laforet)

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