El anuncio de que China desplegará tropas
agría las negociaciones sobre la devolución de la colonia portuguesa el próximo
diciembre
XAVIER VIDAL-FOLCH - Macao - 10/01/1999
ENVIADO
ESPECIALDurante 450 años, Macao ha visto pocos soldados. El enclave portugués
en la costa suroriental china logró esquivar, con la habilidad del negociante y
la sinuosidad mediterránea, toda implicación militar. Escapó incluso a los
avatares de la II Guerra Mundial en el Pacífico. Ahora, la reciente declaración
unilateral de Pekín anunciando que se propone instalar tropas en el territorio
tras su devolución el próximo 20 de diciembre está agriando las negociaciones
finales para la transferencia de la soberanía administrativa portuguesa.
A una
hora de barco de Hong Kong, Macao es el otro Hong Kong, su réplica en
minúsculo. Es mucho menos que el hermano mayor: un territorio, de 22 kilómetros
cuadrados, 35 veces más pequeño; una población de 450.000 habitantes, un
catorceavo; una economía relativamente infinitesimal.
Pero es
también mucho más. Es el último reducto de una lengua latina con estatuto
oficial en Asia. Débil reducto -sólo un 1,8% de la población habla portugués,
aunque muchos más lo entiendan-, pero algo más consistente que el disperso y
difuminado castellano de Filipinas. Es el último vestigio de la arquitectura
colonial renacentista en China. A diferencia de su vecino mayor, ha logrado
conservar 256 monumentos históricos de la época, entre los que descuellan el
palacio y la residencia del gobernador, los museos, la Casa de Misericordia y
el Consistorio o "leal Senado", así bautizado por Juan IV porque la
pequeña península se mantuvo siempre fiel a Lisboa frente a los intentos de
domeñarla de la corona española.
Evocadores
nombres y románticas reminiscencias que contrastan con las apabullantes moles
de acero y cristal hongkonesas, copiadas también aquí, aunque con alturas y
densidades menos pretenciosas. La conservación del patrimonio arquitectónico y
natural -en Macao hay playa, sobre todo en la preservada isla de Coloane- es la
catapulta del primer negocio del enclave, el turismo. Sus ingresos representan
el 65% de la economía, hoy en recesión, con un descenso del PIB del 13% por
culpa de la crisis asiática, que inhibe la afluencia de visitantes: aunque la
riqueza per cápita, 17.000 dólares, dobla la portuguesa. El resto se reparte
entre sectores ligeros, como la fabricación de juguetes, textil, electrónica y
flores artificiales.
Pero el
plato fuerte dentro del turismo es el juego, que genera 3,5 billones de pesetas
anuales, supone la mitad del PIB y la mayor fuente de ingresos públicos, pues
es una de las pocas actividades sometidas a impuestos (con una tasa del 30%) en
este paraíso fiscal. Nueve casinos permanecen abiertos día y noche para
satisfacer la desatada pasión que los chinos sienten por la apuesta. Y en este
casi monocultivo radica el talón de Aquiles de Macao. El juego supone mafia, y
la mafia supura crimen.
Estadísticamente,
la violencia es un dato despreciable. Como compara con insistencia la
Administración, el número de muertes violentas es de 4,8 por 100.000
habitantes, frente a 8,4 en Amsterdam, 19,4 en Las Vegas y 73,1 en Washington.
Pero políticamente lo cuantitativo cede paso a lo cualitativo. Muchos de los asesinatos
provienen del choque entre clanes mafiosos -eso sí, importados de la China
continental, alega el equipo del gobernador- en un intento de controlar el
futuro de los garitos. Hoy los gestiona, por concesión administrativa exclusiva
hasta el 2001, el plácido Stanley Ho, hombre de confianza del multimillonario
rojo, el diputado en la Asamblea de la China comunista Henry Fok.
Y como
quien no corre vuela, el viceprimer ministro de Exteriores chino, Qian Qichen,
aprovechó el pasado 18 de septiembre la coartada de la inseguridad y la
percepción de que el territorio es engañosamente romántico para anunciar que
cuando se produzca la retrocesión, dentro de 11 meses, Pekín instalará tropas
en el enclave. Contradice así el compromiso contrario de su colega para Macao,
Hong Kong y Taiwan, Lu Ping, ante el Parlamento Europeo el 23 de abril de 1997.
Y contradice, sobre todo, la Declaración Conjunta (DC) chino-portuguesa (abril
de 1987) y la Ley Básica o miniconstitución aprobada por la Asamblea Nacional
Popular de Pekín (marzo de 1993), que configuran el futuro estatuto autónomo
del enclave, una vez reendosado a China: los asuntos exteriores y la defensa
correrán a cuenta de Pekín; el resto, Macao.
Nada
dicen de establecer guarniciones, a diferencia de lo pactado para Hong Kong,
pero es que en este caso los británicos mantenían un destacamento armado y
pactaron expresamente que sería sustituido por soldados chinos. Los últimos
soldados portugueses se fueron de Macao con la revolución de los claveles de
1974, cuando Lisboa ofreció a Pekín, sin éxito, la devolución del enclave y al
final se transformó su estatuto en el de un territorio chino bajo
administración portuguesa.
China
alega la inseguridad ciudadana. Además, como el Ejército de Liberación Popular
(ELP) se dedica no sólo a defender fronteras, sino a muchas otras tareas
(seguridad, servicios públicos, educación) propias, en otros andurriales, de
civiles, le parece lógica la lectura extensiva del concepto de seguridad. Temas
más delicado son las zozobras del ELP. Deng Xiaoping lo redujo en 1980 en un
millón de efectivos. Jiang Zemin prepara para antes de fin de siglo otro
adelgazamiento de medio millón de soldados. Y ha prohibido a los uniformados
dedicarse a los negocios. Resultado: mucho militar chino en paro o con pocos
ingresos. Los maliciosos atribuyen las última violencias a militares
descontentos y duros.
Esta
polémica sobre guarnición, sí / guarnición, no, ensombrece una transición que
se prometía tranquila. Tras la declaración de Qian Qichen, la parte pequinesa
del comité de negociación pidió a la macauense que colaborase, buscando sitio
para el futuro cuartel. Recibió un irónico "el territorio es tan pequeño
que no hay espacio". Y es que incluso el aeropuerto han debido construirlo
sobre el mar. Desde entonces han aparcado el asunto y lo han remitido a las
capitales.
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