“Nuestra familia no cesaba de
aumentar y la cuna estaba constantemente ocupada, aunque,
¡ay¡, la mano estranguladora de la muerte
nos había arrancado de ella a alguno de sus pequeños
ocupantes. Hubo tiempos, tengo que confesarlo, en que
me parecía cruel llevar hijos en el vientre para
perderlos luego y tener que enterrar amor y esperanzas
en sus pequeñas tumbas (...). La mayor de mis
hijas, Cristina Sofía, no vivió mas que
hasta la edad de tres años, y también
mi segundo hijo, Christian Gottlieb, murió a
la más tierna edad. Ernesto Andrés no
vivió más que unos pocos días más,
y la niña que le siguió, Regina Juana,
tampoco había llegado a su quinto cumpleaños
cuando dejó este mundo. Cristina Benedicta, que
vio la luz un día después que el del Niño
de Belén, no pudo resistir el crudo invierno
y nos dejó antes de que el nuevo año llegase
a su cuarto día (...) Cristina Dorotea no vivió
más que un año y un verano, y Juan Augusto
no vio la luz más que durante tres días.
Así perdimos siete de nuestros trece hijos, (...)
bondadosas mujeres de la vecindad trataban de consolarme
diciendome que el destino de todas las madres es traer
hijos a este mundo para perderlos luego, y que podía
considerarme feliz si llegaba a criar la mitad de los
que hubiese dado a luz.”
La pequeña crónica
de Ana Magdalena Bach.
*El libro es un texto anónimo,
posiblemente escrito en el siglo XIX
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