La guillotina hubiera
sido demasiado lenta como hubiese sido demasiado lento el juicio
correspondiente a cada uno de los condenados. Así se llegó a lo que la historia
denomina como matanzas de septiembre realizadas en el mes del año de 1792.
Ese crimen
colectivo nace de la exasperación del pueblo de París ante los acontecimientos
políticos y militares, interiores y exteriores de la época. Por un lado las
noticias de la frontera son malas; se dice que Verdún ha caído en poder de los
austriacos (seguía intacta la ciudadela) y que Dummoriez se había pasado al
enemigo, lo que era más cierto (...)
Así fue
creciendo como una bola de nieve la idea que decidió uno de los crímenes
colectivos más feroces. Empezaron como movimiento anticlerical en el convento
de las Cármenes para seguir después a las cárceles más importantes y llenas de
París.
El proceso se
realizaba siempre de la misma manera: la masa entraba en tropel en la cárcel
arrollando a los guardias que intentaban una tímida defensa, organizaba un
tribunal revolucionario y hacía llegar uno a uno a los aterrorizados presos. En
el llamado juicio que se celebraba entonces intervenía sobre todo el odio de la
multitud hacia sus dueños de antes y en la inmensa mayoría de los casos la
sentencia fue de muerte. Aunque para evitar escenas en la sala del tribunal no
se la nombraba así. El presidente daba orden de que el prisionero fuera
conducido a La Force si estaba en L`Abbaye o a L´Abbaye si estaban en La Force.
Esa aparente incongruencia se basaba en que en ninguno de los dos casos el reo
era trasladado a la cárcel nombrada. Cuando cruzaban la puerta, en cierto modo
contento por ser destinado a guarecerse tras los gruesos y protectores muros de
otra cárcel, caía en las manos de la multitud que esperaba en la calle y que
acababa con ellos a golpe de pica y sable, mutilando después su cadáver.
Díaz-Plaja; fernando. A la sombra de la guillotina.
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