El capitán de
bandoleros era comúnmente un hombre moreno, ágil y robusto, bien empatillado.
Su cabeza, de pelo corto, iba cubierta por un pañuelo de seda de chillones
colores, cuyas dos puntas le caían sobre la nuca, y encima de él llevaba el
sombrero calañés recargado con muchas borlas de seda negra. Su chaqueta de
cuero leonado, el marsellés remendado, tenía toda clase de adornos y de
bordados de seda e innumerables botones de filigrana de plata, botonadura de
plata, que se agitaban como cascabeles al menor movimiento. Un pantalón corto,
ajustado y marcando las formas, caía hasta las pantorrillas, medio ocultas por
elegantes botas de cuero bordado, botines de caída, entreabiertos por un lado,
y de las que colgaban largos y delgados flecos de cuero. En los pliegues de una
ancha faja de seda que ajustaba a su cintura, se hundían dos pistolas cargadas
hasta la boca, sin perjuicio de un afilado puñal y de un cuchillo de monte,
cuyo mango de cuerno se ajustaba al cañón de la escopeta.
Barón Charles Darvillier. Viaje
por España
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