La mujer
andaluza necesita tanto el abanico como la lengua. Además, el abanico tiene una
gran ventaja sobre el órgano natural del habla: la de transmitir el pensamiento
a larga distancia. Así, un buen amigo que está al otro lado del paseo es
saludado cariñosamente con un rápido y trémulo movimiento del abanico. Al
indiferente se le puede despachar con una lenta y formal inclinación del
abanico, que le helará la sangre de las venas. El abanico unas veces oculta
risitas y murmullos, otras veces condensa una sonrisa en los chispeantes ojos
negros que hay encima de él (…) En perfecta armonía con las expresivas
facciones de las mujeres españolas, el abanico es como una varita mágica cuyo
poder se siente más fácilmente que se explica
José María Blanco White. Cartas de España
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